Buenas a todos!
Hace un año, en enero-febrero de 2019, hice un curso de restauración en El Continente de los Libros, un taller de encuadernación que se encuentra en en el Pasaje Mallol de Sevilla.
Durante el curso, restauré dos libros que pertenecían a mi abuelo Carlos. En esta entrada os voy a hablar de uno de ellos, y dejamos el otro para otra entrada. Pero quiero hacer una aclaración, y es que ésto NO va a ser un tutorial de cómo restaurar un libro, simplemente voy a tratar de explicar por encima los procesos que llevé a cabo para restaurar el libro, pero no quisiera que nadie lo tome como un tutorial y decida restaurar por su cuenta y riesgo algún libro antiguo que tenga en casa, porque el resultado puede ser catastrófico. Si tenéis algún libro que se encuentre en mal estado y queráis restaurar, podéis contactar conmigo.
El libro del que voy a hablar hoy es un libro en inglés, «The Gate of the Pacific», del año 1863, encuadernado en tapa dura con guaflex azul e inscripciones doradas. Además, el libro cuenta con varios desplegables, entre ellos un mapa que se encontraba suelto. En general, el estado de conservación era regular. Muchas hojas tenían grietas y las tapas estaban desgatadas, y faltaban varios trozos de lomo.
Lo primero que tuve que hacer fue separar las tapas del cuerpo del libro. En este caso, las guardas eran lisas y no tenían ningún interés especial, por lo que con un cúter corte las hojas de guarda y el guaflex. Si las hojas de guarda hubieran sido importantes, habría que haber hecho el proceso de una forma mucha más minuciosa para tratar de recuperarlas lo más intactas posible. Después, despegué el guaflex con mucho cuidado para evitar que se rompiera. Como refuerzo del lomo, había un trozo de papel con unas letras manuscritas, el cual tuve que separarlo ayudándome de papel japonés y metil-celulosa.
A continuación, se desarrollan dos procesos paralelos: por un lado, restaurar las tapas y por otro, el cuerpo del libro.
Cuerpo del libro
Lo primero que hubo que hacer fue limpiar el lomo de restos de cola y tarlatana con ayuda del rejón, y luego ir separando uno a uno los cuadernillos que componen el libro.
Después, seleccioné aquellas hojas que estuvieran deterioradas, con agujeros o cortes, para reintegrar el papel con papel japonés y metil-celulosa. Y luego, se reintegra el color en los arreglos.
El siguiente paso ya es el cosido. Para ello, se aprovechan los antiguos agujeros de cosido, pero en algunos casos es necesario abrirlos de nuevo con un punzón. El cosido no presenta ningún problema: un cosido básico sobre tres cuerdas en el telar.
Una vez cosido el libro, se encola el lomo, y se coloca una charnela, que es una pieza de tela o cuero (también puede ser de papel) que hace de bisagra para las guardas. Es un sistema diferente al que yo empleo normalmente, ya que se trata de pegar dos guardas sueltas a través de la charnela (es difícil de explicar con palabras).
Después, se trabaja sobre el lomo: se redondea y se le sacan cajos. Se paga la cinta de cabezada y a continuación un fuelle, que viene a ser el papel kraft doble, dejando una cámara de aire. No lleva tarlatana porque lleva charnelas.
Tapas
Para las tapas, lo primero que había que hacer es reintegrar el lomo. Con un trozo de tela azul, el que tuviera el tono más parecido al del libro, uní las tapas delantera y trasera. En el centro de dicho trozo de tela nueva, por el interior va pegado el cartón de lomera,
Después, reforcé las esquinas de las tapas. Para ello, levanté el guaflex de las esquinas e introduje un poco de papel japonés, pegándolo con metil-celulosa. Por supuesto, después había que reintegrar el color con acuarelas, ya que el papel japonés, al secarse, deja un tono blanquecino.
Finalmente, llegamos al proceso de meter el libro en tapas, que en este caso fue completamente diferente a como suelo hacerlo yo: tras encolar el cartón de lomera de las tapas, pegué en ella el lomo del cuerpo del libro. Es decir, la diferencia es que aquí el lomo va pegado a la lomera.
A continuación, había que poner las hojas de guarda. De las originales, solo conservé las guardas volantes, y para las que van pegadas a las tapas, elegí un papel del color más parecido posible a las originales. Para pegarlas, la guardas pegada, como su propio nombre indica, solo había que pegarla a la tapa, y la volante, se pega por el lateral interno a la charnela.
Por último, el toque final fue pegar en el exterior del lomo, sobre la tela nueva de color azul, el trozo de guaflex que hemos recuperado del lomo original del libro.
Mapa
Debo hacer una mención especial al mapa de tamaño A3 que se encontraba plegado dentro del libro, que estaba bastante estropeado, con una rotura que casi lo dividía en dos.
Lo primero que tuve que hacer con él, fue lavarlo en agua templada. Dicho así suena muy bestia, porque todo el mundo sabe que el papel y el agua no se llevan bien, pero hay una forma de hacerlo para que el papel no se desintegre al minuto uno: con papel reemay, que es un papel muy fibroso. Tuve que humedecer el mapa con un pulverizador de agua, luego poner encima papel reemay, y seguir humedeciéndolo todo, de manera que ambos quedaran bien pegados. Después, repetí el proceso por el otro lado del mapa. Y así, con el mapa rodeado de reemay, es como se puede introducir papel en el agua tibia. En el barreño de agua templada, también se puede echar un poco de jabón especial de restauración, pero en este caso no lo hicimos.
A lo largo de este proceso de lavado, yo tuve que tener cuidado con unas anotaciones manuscritas a lápiz, porque si eso se moja, se borra, por lo que no se podía introducir el papel entero en la tina, y eso complicó un poco el procedimiento.
A continuación, colamos el mapa sobre una mesa grande, y, retirando el papel reemay de arriba, estiré todas las arrugas que tuviera el papel con ayuda de la brocha o el rejón. Después hay que hacer lo mismo por el otro lado. Para mover el mapa, mientras esté húmedo, hay que hacerlo con la protección del papel reemay, si no, el papel podría romperse.
Una vez que esté todo el mapa bien estirado, hay que secarlo. Para ello se deja entre papeles porosos como los que te dan en la frutería, y con algo de peso encima. Los papeles habrá que ir cambiándolos cada cierto tiempo.
Y ya, a la semana, cuando volví al taller (iba cada miércoles), sacamos el mapa de debajo del peso, y comencé a reintegrar papel en aquellas zonas que lo requiriera. Uní la rotura que lo atravesaba y reintegré los agujeros en donde faltaba papel.
Después tenía que reintegrar el color, para que no se noten los arreglos, pero justo me coincidió que me tenía que mudar a Alicante, por lo que finalicé la restauración del mapa deprisa y corriendo, haciendo solo lo fundamental para poder llevármelo a casa. Así que la reintegración de color la he hecho ahora que he vuelto a casa, un año después.
Ahora, ya restaurado por completo el mapa, no lo he vuelto a plegar para introducirlo en el libro, sino que lo he guardado extendido en una carpeta grande.
Espero que os haya gustado este post en el que he intentado mostrar cómo se lleva a cabo una restauración de un libro. No es nada fácil explicar por escrito todos los procesos, y espero que no se haya hecho muy complicado de entender ni muy denso.
¡Hasta la próxima!