Skip to content Skip to footer

Restauración de una encuadernación rústica

Hola a todos!!

Como prometí en la última entrada del blog, aquí os traigo la otra restauración que hice en el curso que recibí en El Continente de Libros de la mano de Pablo Montaño, hace ya año y medio.

En esta ocasión se trata de un cedulario (recopilación de cédulas reales) con una encuadernación rústica o de tapa blanda. Es un libro impreso en 1965 que recopila cédulas de la monarquía española relativas a la parte oriental de Venezuela entre 1520 y 1561, y como el de la anterior entrada del blog, pertenecía a mi abuelo, el historiador Carlos Molina Argüello.

Cuerpo del libro, ya recosido, en la prensa vertical para encolar el lomo

El libro tenía el lomo muy deteriorado y el cosido estaba algo suelto. Por ello, lo primero que tuve que hacer fue separar las tapas del cuerpo y luego quitar lo que quedaba del lomo viejo y los restos de cola que hubiera. A continuación, seleccioné los cuadernillos que tuvieran roturas y agujeros para reintegrarlos con washi (papel japonés) y metil-celulosa, y luego, en dichos arreglos, hubo que reintegrar el color del papel con pasteles… los de dibujar, no los que se comen, claro está! ;).

El siguiente paso ya es el cosido. Como se trata de una encuadernación en tapa blanda, el cosido que utilicé fue el llamado «cosido continuo para rústica», que es un cosido sin nervios, es decir, que se realiza sin telar; tiene una cierta similitud al cosido copto. Y una vez cosido, se encola el lomo y se deja prensando.

En la preparación de las tapas, se utiliza papel kraft grueso del color más parecido posible a las tapas originales, las cuales las limpié con un saquito limpiador, que viene a ser un saquito con polvo de goma de borrar. Después, sobre el papel kraft, previamente cortado al tamaño de las tapas y el lomo, pegué la tapa delantera original. Después, con el cuerpo del libro, calculé y dibujé sobre el papel kraft el grosor del lomo, teniendo en cuenta la bisagra que tiene que tener para poder abrirse. Así, ya podía saber dónde exactamente tenía que pegar la tapa trasera. Ahora, teníamos ya las tapas de papel kraft con las tapas originales pegadas en su sitio, y entre ambas el hueco del lomo, cuyo pequeño escalón se salva con otro trozo de papel kraft, o bien, si se conservara, el lomo original del libro.

Y por último viene el proceso de meter el libro en tapas. En este caso, coloqué sobre el lomo del cuerpo del libro un fuelle simple. Después, en las tapas nuevas que hemos creado, hay que marcar bien la bisagra, y todo el espacio que quede entre ambas bisagras, es lo que se encola para pegarlo al fuelle que previamente hemos puesto sobre el lomo del libro. ¡Y ya lo tenemos listo!

Como vemos, en este tipo de encuadernaciones no hay que forrar unas tapas de cartón, ni hay que usar el telar, ni lleva tampoco unas hojas de guarda. Se trata de encuadernaciones bastante más baratas que las de tapa dura y se dieron mucho durante los siglos XIX y XX. Al ser encuadernaciones más baratas y asequibles, son de peor calidad y se estropean mucho antes. Si vamos a cualquier biblioteca que tenga un fondo de libros de los siglos XIX y XX , veremos que la mayor parte de los lomos de esos libros ya no existen. En cambio, si vas a la sección de los siglos anteriores, se conservan mucho mejor. Además, el papel que se empezó a usar con la revolución industrial es un papel de bastante peor calidad que el que se venía usando los siglos precedentes.

Por supuesto, a un libro como éste que os he enseñado hoy, se le pueden hacer unas tapas de cartón grueso, con sus nervios y sus hojas de guarda si se quiere conservar mejor, pero yo suelo optar por mantener las encuadernaciones lo más fieles posible a la original.

Realmente, éste es un gran debate, que no solo afecta a los libros, sino a cualquier tipo de patrimonio cultural. Por ejemplo, la aguja de la catedral de Notre Dame de París que, desgraciadamente, el año pasado salió ardiendo y se cayó, ¿cuál es la mejor solución para esa restauración? ¿Algo completamente nuevo y diferente porque la original ya no existe? ¿O una que sea exactamente igual pero con materiales del siglo XXI? O el Foro de Roma, ¿lo reconstruimos entero para poder pasear por él como si estuviéramos en pleno Imperio Romano? ¿O solo tratamos de reconstruir lo que tenemos con las piedras originales que tenemos, y no añadimos nada que no tenga 2000 años de antigüedad? Obviamente, estos ejemplos me los he llevado a los extremos, normalmente se opta por soluciones intermedias, pero es para ilustrar un poco el debate que puede generar la restauración en todos los ámbitos. Yo, personalmente, prefiero mantener las cosas lo más parecidas posible al original. Si queréis, podéis contarme en los comentarios lo que opináis vosotros :).

¡Espero que os haya gustado esta entrada! ¡Hasta la próxima!